Antes de que Ciudadanos irrumpiera en el tablero político español, dinamitando para siempre el bipartidismo, Albert Rivera ya prometía y muchos expertos le auguraban un futuro brillante. Un vaticinio que se fundamentaba, principalmente, en su capacidad oratoria, un hecho que, a posteriori, ha terminado siendo esencial en su carrera. 
Su dominio de la retórica quedó más que patente en 2001, cuando solo era un joven universitario de 21 años a punto de licenciarse en Derecho por la Escuela Superior de Administración y Dirección de Empresas (ESADE). Aquel año ganó la Liga de Debate Universitario, donde lo que importaba no era las ideas que defendía cada uno, sino cómo se hacía
Rivera, junto a Gerard Guiu, lideró el cuarto curso de la facultad de Derecho de la Universidad Ramón Llull de Barcelona hasta la gran final, dejando por el camino a centros de la talla de la Universidad de Salamanca o la Pontificia -la competición la conformaban 62 equipos procedentes de 37 centros distintos-. El último escollo del ahora presidente de Ciudadanos fue la Universidad de Córdoba, a la que se enfrentó el 10 de mayo de 2001 en el ahora desaparecido Teatro Bretón, ubicado en la ciudad de Salamanca. En la prueba final, ambos centros debían de debatir sobre un asunto concreto. El tema escogido fue el siguiente: ¿Es la prostitución equiparable al resto de las profesiones? El sorteo previo deparó que, curiosamente, el conjunto catalán debería posicionarse a favor -actualmente, la legalización de la prostitución es una de las materias más polémicas que defiende el programa electoral de la formación naranja-. 
La intervención de Rivera en el debate fue clave para que su equipo acabara llevándose el primer puesto. En una intervención de tres minutos, el presidente de Ciudadanos consiguió encandilar al público y al jurado gracias a su dominio de la comunicación verbal y gestual, transmitiendo la sensación de dominar en todo momento la situación.