martes, 11 de enero de 2022

AMLO, Obispos y...todos: sin inmunidad total. Las vacunas no la generan.

 Las múltiples vacunas que les aplicaron al Presidente Andrés Manuel López Obrador; al obispo mexicano de Azcapotzalco, Adolfo Miguel Castaño Fonseca, y a decenas de miles de personas en todo el mundo, no les impidieron contraer nuevamente el COVID. La polémica, pues, ha terminado. La realidad se ha vuelto a imponer: las vacunas experimentales no ofrecen inmunidad absoluta, total, definitiva. 


  • La vacuna no garantiza que no se contraiga o se pueda transmitir el virus.

  • Y la Organización Mundial de la Salud ya advierte que, cuando menos, la mitad de los habitantes de Europa contraerá el llamado Omicron.


Por lo tanto, a la luz de los hechos, es evidente que los científicos y analistas que advertían de los límites de las vacunas experimentales, no eran ni son “teóricos de la conspiración”. 


Pero también queda en claro que se han equivocado los dueños de las Redes sociales y de los Medios de comunicación que bloquearon a Donald Trump y siguen censurando a quienes cuestionan, con datos sustentados en la evidencia empírica, la especie de que “la vacuna” era una especie de varita mágica. Hoy, esta idea, es ya insostenible.


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1.- Cuando los gobiernos finalmente se atrevieron a revelar la existencia de la pandemia nacida en China, ordenaron una cuarentena, un encierro generalizado, con el supuesto propósito de evitar la expansión del virus.  Tal determinación, además de haber paralizado la cadena global de suministros y ser la causa de la actual inflación mundial, no produjo el resultado anunciado. Esto es, el COVID 19 siguió multiplicándose.


2.- A nivel mundial se nos dijo que lo único que podía terminar con el COVID y, consecuentemente, con la pandemia, era “una vacuna”....”la vacuna”.


3.- Junto con lo anterior, se impidió la atención domiciliaria, arguyendo que ningún medicamento podía combatir en sus inicios el contagio. Y los dueños de las Redes sociales, Medios de comunicación y demás, enderezaron una campaña de desprestigio contra científicos y medicinas. Advertían que estaban equivocados, que no tenían sustento y que sólo la vacuna podría ser efectiva.


4.- Como consecuencia de lo anterior, colapsaron las estructuras hospitalarias del mundo, pues sin posibilidad de ser atendidos ambulatoriamente los contagiados, las autoridades, los Medios de comunicación involucrados, y los dueños y escribanos de las farmacéuticas, convirtieron a los hospitales públicos y privados de todo el planeta en meros cementerios


5.- Curiosa, significativamente, apenas Donald Trump fue derrocado, se anunció la elaboración de vacunas y empezó la aplicación de las mismas, aún cuando con  carácter experimental. Al paso de los meses, lo que habían advertido los supuestos “teóricos de la conspiración”, empezó a cumplirse: las vacunas no generan inmunidad absoluta. Algunos de los componentes que forman parte de algunas de ellas, “trabajan” dentro del organismo de forma activa y provocan efectos diversos, según cada paciente, y no garantizan protección definitiva.


6.- ¡ El caso es que hoy, ya hay quienes van por la cuarta y hasta la quinta vacuna ”de refuerzo”...y nada y se siguen contagiando !


7.- El asunto no es simple: se pone en tela de duda la logística mundial para poder llevar a cabo la vacunación en forma reiterada. Ya lo había advertido Andrew Pollard, presidente del Comité Conjunto de Vacunación e Inmunización (JCVI) del Reino Unido y cocreador de la vacuna Oxford AstraZeneca, pero no fue atendido:

No podemos vacunar cada 6 meses a todo el planeta”: creador de vacuna AstraZeneca; “solo inmunizan por corto plazo”, admiten asesores de Salud de Biden.


El gráfico es lo suficientemente ilustrativo acerca de cómo traen a los vacunados.



El Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, en menos de un año ya recibió tres dosis…y esta semana se ha vuelto a contagiar. Su caso es el de cientos de miles en el mundo. 


Debe quedar en claro una cosa: no es que haya “anti-vacunas”.


No es que se oponga uno a las vacunas en sí.


No. El asunto real, de fondo es:


  • Primero, que mintieron deliberadamente sobre vacunas ya que estas son, esencialmente, son experimentales

  • Segundo, que se negaron a reconocer que el efecto general de las mismas no es único, sino que queda sujeto a las condiciones internas de cada persona. La reacción está determinada por las variables orgánicas de cada individuo.

  • Tercero, insisten en generalizar su aplicación, sin tomar en cuenta, en base a ya un año de experiencia, cuál vacuna deben o no deben aplicarse, personas con determinadas condiciones orgánicas, esto es, enfermedades o padecimientos subyacentes.

  • Se llega incluso a ver casos como el del obispo de Azcapotzalco, Adolfo Miguel Castaño Fonseca, a quien no se sabe si por consigna, inocencia o simplemente buena fe, se le atribuye haber dicho –recontagiado de COVID habiendo sido previamente vacunado en forma reiterada–, que “no duda de la eficiencia de las vacunas que le fueron administradas ya que los síntomas, admite, “no son graves”.”


Porque si fueran ciertamente “eficientes”, el señor obispo no se hubiera vuelto a contagiar. 


Pero insisto, no se trata de estar en contra de las vacunas. Se trata de racionalizar su uso. De racionalizar su aplicación. De dejar de mentir a la gente, a los fieles, al ciudadano común, sobre el efecto cuasi mágico de las vacunas.


Lo único cierto es que con vacuna y sin vacuna, la gente puede contagiar y/o contagiarse. 


Y, por favor, no confundamos “los síntomas” con “el síndrome”


Porque desde un principio se ha sabido de la existencia de los llamados “asintomáticos”, cuyos “síntomas” efectivamente “no son graves”...pero están gravemente afectados y han fallecido. En cambio, hay quienes han registrado “síntomas graves”...y se han recuperado.




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